El norte fue sur por unos segundos,
tus montes, que oscuro hicieron mi caminar,
emancipaban el delirio al tratar de escapar
de los agobiantes deseos.
Tus hojas, cubiertas por ceda y miel,
derraman el agua, a tu velero de papel
y roto cae sobre tu cuerpo, que al tacto,
de mis dedos y manos, lo vuelven
a construir, para seguir su camino
hacia el puerto perdido.
¡Oh! flor marchita, presagia al velero,
una vez más, hasta que toque fondo,
en la densa neblina del océano,
en el puerto de los barcos hundidos.
¡Oh! flor marchita, no des luz a la vida,
que esta ya culmina al derramarse la esperma
de tus velas.
¡Oh! barco a la deriva
no divulgues nuestras vidas, en esta noche
cíclica,
que bajo los sentidos del viento,
tu velero se pierde,
en fondo del mar, en el fondo de tu corazón.
¡Oh! barco a la deriva, te veo caer a nuestra
mar serena, el agua te empapa de deseo,
pero mi poesía es tu plaga
que carcome la podredumbre de tu madera.
La tormenta, la tormenta te espera,
a estribor tu navío sarcástico,
tu pequeño velero se humedece con el agua,
en los mares más profundos
de mi amor perdido.