en el mundo de aquellas penumbras,
auxiliado por el lamento mohíno
de tus alas, mi ángel caído.
Lúgubre confusión nocturna
que en mi cuerpo inocente haz penetrado,
ayúdame a encontrar el camino lato
en mis pensamientos,
de aquello que yace en el olvido.
Porque el cielo enrarecido
desvanece mi sentimiento culpable
y cae , cae como gota disecada
por tu implacable derrota,
por tu retiro miserable.
Se ha diluido un ángel
en lo alto de la cima oscura.
Contempla atentamente bien mi luna;
“la muerte de mi ángel negro”
que fue testigo de tanta angustia.
Pasan los minutos más lentos,
el cielo oscurece más cansado,
el cuerpo ya entregado al sepulcro
y tus sueños atisbando al infierno
no han cesado.
Al infierno nuestros sueños,
al abismo nuestra magia,
al averno tu cuerpo puro,
al infierno…
La llegada ansiosos esperan,
para prolongar este tormento
con sus alas caídas y débiles
“llegará al infierno”.
Está sangrando en este momento
por las yagas de su cuerpo, pues el cielo
vasto espera nuestro reencuentro;
“ya que ha muerto mi ángel negro”.