La noche Quijotesca
The night
Mumuki
Octeto Piazzolliano
Gorín inglés
Piazzolla concert
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The night
Octeto Piazzolliano
Piazzolla concert
publicado por Matías
Piazzolla tango
No te dejaré ir mi niña,
no te dejaré partir mi pequeña;
eres la luz que reflejan mis ojos,
de mi corazón iluminado eres dueña.
No dejaré que tus labios besen a otro
o me provocarás un gran martirio,
pues la luna desde el cielo cae
y se derrumba por tal delirio.
Ahora mis manos frías y húmedas
no tocarán mi cara,
quizás no se acuerden de nada
de dos amigos que el amor los separa.
No se sabrá de recuerdos,
no hallarán cartas ni fotos;
aquellas palabras se quemarán
por el caudal que cruza el alma.
¿Qué hay detrás de esa cara triste?
¿qué me anuncia la gota que recorre a ella?
“todos vuelven por la ruta del recuerdo”
le dije un día a mi pequeña, Estrella.
Astor Piazzolla
Le grand Tango
... Y se encontraron un día de sol oscuro,
bajo la sombra,¡ja! de mis versos
malditos...
... Y se siente tu perfume en mi ropa,
como el dulzor de tu boca junto a mi boca.
Como la magia de aquellas palabras,
pronunciadas por tus dulces labios
un 25 de agosto...
... Y se encontraron bajo la luna llena
dos locos. Pasearon juntos de la mano,
pero el destino despechado, un poco
asombrado, los volvió a separar...
Las noches mohínas y sublimes
se vuelven tibias,
al recordar con tristeza
nuestro sueño apasionado.
"Al tocarnos, como ayer hacíamoslo
juntos al mirar el paraíso;
que caía, que sucumbía
ante nuestros ojos lagrimosos".
Tal paraíso que nos vio
marchar y volver,
en el lejano sinfín
de nuestro placer inquieto
que expresamos
ante cuatro paredes.
"Las noches se vuelven frías
y se llenan de tristeza
al ver como fugaces corren nuestros
sueños".
Lento y melancólico
The night
Octeto Piazzolliano
Piazzolla concert
Luna / Astor Piazzola
Mumuki _ Astor Piazzolla
¡ Oh !
...¿Es amistad o es amor?
lo que sientes, lo que sentiste
lo que viviste
después de aquella confesión de pecados.
Olvidarás mi alegría, mi ternura.
Quemarás la poesía que sale de mi boca,
morirá decaída la Musa inspiradora
al saber que no es ella,
al saber que hay otra.
¡Oh! Pequeña no solloces,
pues, yo soy el único culpable
de estar con la mujer que no amo,
creyendo un amor inefable....
lo que sientes, lo que sentiste
lo que viviste
después de aquella confesión de pecados.
Olvidarás mi alegría, mi ternura.
Quemarás la poesía que sale de mi boca,
morirá decaída la Musa inspiradora
al saber que no es ella,
al saber que hay otra.
¡Oh! Pequeña no solloces,
pues, yo soy el único culpable
de estar con la mujer que no amo,
creyendo un amor inefable....
Piazzolliana
publicado por Matías
Tristeza de un doble amor
La tristeza de un doble, de un loco,
de un poeta que muere en un reproche
al culminar sus versos esperándola
a ella, a su verdadera amiga en esta noche.
de un poeta que muere en un reproche
al culminar sus versos esperándola
a ella, a su verdadera amiga en esta noche.
Imaginario e irreal
- La Nuestra
- simplemente sensible... Un poco loco y a la vez muy apasionado. Creador de mundos, soñador e idílico. Busco el amor en la otra persona.
New gotan
Piazzolla tango
Paz [2005]
No te dejaré ir mi niña,
no te dejaré partir mi pequeña;
eres la luz que reflejan mis ojos,
de mi corazón iluminado eres dueña.
No dejaré que tus labios besen a otro
o me provocarás un gran martirio,
pues la luna desde el cielo cae
y se derrumba por tal delirio.
Ahora mis manos frías y húmedas
no tocarán mi cara,
quizás no se acuerden de nada
de dos amigos que el amor los separa.
No se sabrá de recuerdos,
no hallarán cartas ni fotos;
aquellas palabras se quemarán
por el caudal que cruza el alma.
¿Qué hay detrás de esa cara triste?
¿qué me anuncia la gota que recorre a ella?
“todos vuelven por la ruta del recuerdo”
le dije un día a mi pequeña, Estrella.
"Hoy mis manos tocaron fuego
y vi caer los árboles al cielo,
cuando dos enamorados locos
perdieron su ira y violaron el miedo.
Hoy sentí el frío más frío,
hoy sentí congelar mis miedos
en un sueño lleno de angustias
al caminar por mi parque porteño.
Hoy te vi caer varias veces
al suelo disparejo,
en nuestra hora cúlmine
a la hora cero”.
y vi caer los árboles al cielo,
cuando dos enamorados locos
perdieron su ira y violaron el miedo.
Hoy sentí el frío más frío,
hoy sentí congelar mis miedos
en un sueño lleno de angustias
al caminar por mi parque porteño.
Hoy te vi caer varias veces
al suelo disparejo,
en nuestra hora cúlmine
a la hora cero”.
The Rough Dancer and the Cyclical Night
Astor Piazzolla
tristeza de un doble
Invierno Porteño, que cubres de frío
este día hastiado y lleno de amarguras porteñas;
no partirás el calor de nuestros cuerpos,
ni con el sudor de vuestra frente.
A segundos del averno, éste cuerpo, mi cuerpo y tu cuerpo;
que peca al sentir el corazón latir
de su amiga, pero es más fuerte el existir
de su amada no correspondida.
Es esa niña que lo mira, es
esa mujer que lo mima sin pasión.
Bajo la tristeza de un doble amor
que ya no está, y ha de reencarnar
en otra sangre, más pura que la anterior;
pero dejó marcado en su alma
ese lazo constante, que los une por siempre.
La tristeza de un doble, de un loco,
de un poeta que muere en un reproche
al culminar sus versos esperándola
a ella, a su verdadera amiga en esta noche.
este día hastiado y lleno de amarguras porteñas;
no partirás el calor de nuestros cuerpos,
ni con el sudor de vuestra frente.
A segundos del averno, éste cuerpo, mi cuerpo y tu cuerpo;
que peca al sentir el corazón latir
de su amiga, pero es más fuerte el existir
de su amada no correspondida.
Es esa niña que lo mira, es
esa mujer que lo mima sin pasión.
Bajo la tristeza de un doble amor
que ya no está, y ha de reencarnar
en otra sangre, más pura que la anterior;
pero dejó marcado en su alma
ese lazo constante, que los une por siempre.
La tristeza de un doble, de un loco,
de un poeta que muere en un reproche
al culminar sus versos esperándola
a ella, a su verdadera amiga en esta noche.
Piazzolla
Le grand Tango
25 de agosto
... Y se encontraron un día de sol oscuro,
bajo la sombra,¡ja! de mis versos
malditos...
... Y se siente tu perfume en mi ropa,
como el dulzor de tu boca junto a mi boca.
Como la magia de aquellas palabras,
pronunciadas por tus dulces labios
un 25 de agosto...
... Y se encontraron bajo la luna llena
dos locos. Pasearon juntos de la mano,
pero el destino despechado, un poco
asombrado, los volvió a separar...
Las noches mohínas y sublimes
se vuelven tibias,
al recordar con tristeza
nuestro sueño apasionado.
"Al tocarnos, como ayer hacíamoslo
juntos al mirar el paraíso;
que caía, que sucumbía
ante nuestros ojos lagrimosos".
Tal paraíso que nos vio
marchar y volver,
en el lejano sinfín
de nuestro placer inquieto
que expresamos
ante cuatro paredes.
"Las noches se vuelven frías
y se llenan de tristeza
al ver como fugaces corren nuestros
sueños".
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tristeza de un doble a
Un, dos , tres
¡ Se reabre el juego, haciendo magia,
Comenzó la sesión !
Tristeza de un doble amor
en mi corazón vertiste;
anteponiendo el yugo de tus tormentos,
masificando el idilio inverso,
oponiéndote a escuchar mis lamentos.
Ya no escuchas mis versos,
no sueñas con un fiel incierto
oh! díscolo fragmento,
[ hazme dueño de sus sentimientos]
Mendacidades varias no merezco,
en tus ciudades lúgubres amanezco
dilatando el roce de nuestros cuerpos
inundados de puro sentimiento.
Cabalgando sigo y no te encuentro, por
un pueblo olvidado y quijotesco.
Entre salvajes bestias sin alma,
neutro concibo tus desprecios;
tratando de olvidarte amor.
Ah!:díscolo fragmento.
[hazme dueño de sus sentimientos]
Cómo decirte amor, si
olvido y contemplo los besos dados, que
moribundos caminan por siempre
observando tu pasado frustrado.
Todo hubiese sido distinto.
Odio el pasado inestable; pues entre tú y él,
después de todo, no hay un amor inefable
oh! Díscolo fragmento
[hazme dueño de sus sentimientos]
Concuerdo que no existe lo nuestro
o ¿vendrás a decirme que no estoy en lo correcto?
Me niego a olvidarme de lo incierto, pues
en la magia no todo es perfecto,
no nos comprendemos, es correcto, pues ya ni los
zorzales luchan contra el viento.
Oh! mi amor, escucha lo que dice este fragmento…
[hazme dueño de tus sentimientos]
Tres, dos, uno:
¡ ya no hay magia, fin de
La sesión!
¡ Se reabre el juego, haciendo magia,
Comenzó la sesión !
Tristeza de un doble amor
en mi corazón vertiste;
anteponiendo el yugo de tus tormentos,
masificando el idilio inverso,
oponiéndote a escuchar mis lamentos.
Ya no escuchas mis versos,
no sueñas con un fiel incierto
oh! díscolo fragmento,
[ hazme dueño de sus sentimientos]
Mendacidades varias no merezco,
en tus ciudades lúgubres amanezco
dilatando el roce de nuestros cuerpos
inundados de puro sentimiento.
Cabalgando sigo y no te encuentro, por
un pueblo olvidado y quijotesco.
Entre salvajes bestias sin alma,
neutro concibo tus desprecios;
tratando de olvidarte amor.
Ah!:díscolo fragmento.
[hazme dueño de sus sentimientos]
Cómo decirte amor, si
olvido y contemplo los besos dados, que
moribundos caminan por siempre
observando tu pasado frustrado.
Todo hubiese sido distinto.
Odio el pasado inestable; pues entre tú y él,
después de todo, no hay un amor inefable
oh! Díscolo fragmento
[hazme dueño de sus sentimientos]
Concuerdo que no existe lo nuestro
o ¿vendrás a decirme que no estoy en lo correcto?
Me niego a olvidarme de lo incierto, pues
en la magia no todo es perfecto,
no nos comprendemos, es correcto, pues ya ni los
zorzales luchan contra el viento.
Oh! mi amor, escucha lo que dice este fragmento…
[hazme dueño de tus sentimientos]
Tres, dos, uno:
¡ ya no hay magia, fin de
La sesión!
Mi oscuridad
Es esta oscuridad, la que carcome cada uno de mis sentimientos, cada una de las emociones que recuerdo con tanto fervor.
Pensar que esta oscuridad me envolvía de inocencia al acariciar tu dulce piel.
La música sonaba, lentamente; ese ritmo melancólico y celestial, daba vueltas y vueltas por nuestros oídos, como los recuerdos de amores pasados; nos llenaba de tranquilidad cuando nuestros cuerpos temblaban del miedo divino, me llenaba de hidalguía al decir te quiero...
Es esta lúgubre y fría habitación la que añora la partida de dos corazones que se han congelado, que se han fundido en lo oscuro de mi habitación.
Aquellas voces ya no dan sonido alguno, ya lo cuerpos no sienten esa tibieza que un día sintieron en medio de toda esa gente.
Vivir con esta oscuridad, que delata a mis recuerdos cada minuto rozando su piel, cada segundo besando sus pechos, cada milésima cuando decía te amo.
-¡Te amo! - reiteró varia veces besándome locamente, como si fuese el último beso. El último que pondría fin a nuestro camino. Un tipo de despedida anticipada, que, sin más palabras, continuamos en nuestro mundo. Un mundo de ida y venida, de pasada y vuelta, un mundo lleno de ilusiones, un mundo absolutamente tranquilo.
-¿me amas?- Si en este momento estás lejos.
-sí, te amo…- un silencio se escuchó en aquella pieza. Entre esas cuatro paredes, las que fueron testigos de nuestro encuentro.
Poco a poco sentí el destierro de cada recuerdo que rondaba lentamente por los pasillos de mi conciencia. Poco a poco sentí que mis piernas temblaban, tiritaban como si estuviéramos a punto de caer, a segundos de pecar frente a las imágenes divinas de aquellos santos.
En un instante la vi; yacía en mi cama después de derrocar toda la angustia que cargaba en su espalda. Me acerqué a ella. Besé su boca como nunca lo había hecho; acaricié su pelo de una forma tan sutil, que sus ojos me miraban al estar cerrados.
Ella temblaba; su pecho inhalaba el poco aire que había en esa pieza. Su cuerpo se estremecía, vibraba al besarla. Besé su cuello, sus manos. Besé su ropa. Mis manos acariciaban su pelo, su cara, aquella suave y delicada cara que otros hombres no han podido palpar.
En un instante, cuando el sí de tu mirada me acogió, respiramos profundamente hasta saciarnos del placer recurrente que brotaba de la música. En ese instante vagué por tu ropa que descansaba mientras ardía ante el roce de nuestros cuerpos. Vagué por tus anhelos, vagué por tus sueños de ser madre. Caminé por tus ojos, mientras los miraba atentamente; fueron tan amigables que nos aliamos. En ese momento me senté en su pupila y les dije:
-ustedes son el encanto. Son dos lunas que miro cada día al nacer el sol-. No me respondieron nada, estaban mudos. Sudaban, hasta que un río viajó por su mejilla. Me levanté y volví a caminar. Caminé y caminé, hasta llegar a la desembocadura del agua. Llegué lentamente a sus pechos, un poco cansado por tanto recorrer, pues sus pasillos encumbraban mi canto y desterraban mi ilusión al beber de su agua clara.
Ella, en un instante quitó su camisa, su ropa. La miré, en ese momento sentí que el límite, entre niña y mujer, se perdía y caía de la cumbre más alta el placer que nos gobernaba. -¿por qué me mira así?-me pregunto con voz vibrante. Yo, atolondrado, curioso por ver más allá le respondí: -hoy llueve, ya es tarde. Tus ojos brillan al mirarme, y tu pelo rosa mi piel. Que más quiero besar tu cuerpo, recorrer tu piel como nadie lo ha hecho y abrir las puertas de tu lecho para congeniar nuestro amor-. Raudamente acaricié cada pliegue de su piel; toqué su cuerpo lentamente. Con mi boca recorrí sus valles y fronteras, y al sentir su tierra dulce y fresca me detuve.
La música suave y pasiva era el preámbulo perfecto, que, sin yo tener experiencia, incitaba dos cuerpos ardientes de amor, a consumir el deseo profano de los inocentes.
Me acerqué nuevamente a ella, e intenté descubrir, a través de sus lunas, nuestro futuro incierto que aún no ha sido escrito.-¡Calla!,¡calla pecador sin culpa!, pues ante estas cuatro paredes culminaremos lo ya escrito-. Ella puso su mano en mi cuerpo semidesnudo y quitó cada prenda que ocultaba el deseo de solamente ser un cuerpo. La abracé profundamente y sentí como nuestros anhelos fueron padres de cada sueño que teníamos en común. Luego, enredado entre las sábanas, enlazados por nuestras piernas, extenuamos nuestro amor en el placer de nuestras caricias. Expelamos la fortuna de sentirnos amados por primera vez, como hombre y mujer, como niños inocentes que hicieron el amor porque la naturaleza lo dictaba ante mano de la imagen sagrada de mi Dios. Nos quedamos enlazados por segundos, minutos, horas, mientras tanto afuera seguía lloviendo.-¿qué pasó?- díjome de pronto en un suspiro confuso. En ese momento no supe qué decir. Mi voz entre cortada pronunció: -bendita la imagen que presencio en esta noche, pues el cielo pide respuesta ante mis ojos. Ya eres mujer y la única que saciado de amor mi alma disgregada-. ¿Qué más decir? Si las palabras ya no tenían significado alguno, lo perdieron al ser escritas, ¿por quién? por nosotros, al haber murmurado en la noche de julio oscuro cuanto la quería. Permanecimos mucho rato a mudas, abrazados; el silencio ya parecía escalofriante, pues ni la música sonaba. Yo la miraba, ella no a mi. Su rostro delataba culpabilidad, miedo; como el pavor de enfrentar la vida antes de cumplir los dieciocho años; pues si tan sólo era una niña de diez y siete. Al estar unidos por mucho tiempo; ella, comenzó a vestirse sin pudor al yo estar observándola. Prenda por prenda cubrió su bello cuerpo hasta cubrirlo por completo.
Luego de tal acto, donde los protagonistas encendieron el fuego de sus pasiones se culmina la historia que quedó sellada, plasmada en un papel sin recuerdos, que encendieron ante la sangre que brotaba de nuestros pechos al no ser comprendido por la turba melancólica.
Un acto, de escenas ardientes que presencié esa noche al estar junto a Elena en el pecado que reprocha el cielo, tocado por los brazos de sus peores augurios. Profecía que maldijeron las bestias envidiosas al vernos ahí amándonos.
Después de ver aquellas sombras que amenazaban a los dos jóvenes, puros de vida, se movieron las cortinas. Las luces de aquel teatro ya estaba apagadas. Fin de la función…
Pensar que esta oscuridad me envolvía de inocencia al acariciar tu dulce piel.
La música sonaba, lentamente; ese ritmo melancólico y celestial, daba vueltas y vueltas por nuestros oídos, como los recuerdos de amores pasados; nos llenaba de tranquilidad cuando nuestros cuerpos temblaban del miedo divino, me llenaba de hidalguía al decir te quiero...
Es esta lúgubre y fría habitación la que añora la partida de dos corazones que se han congelado, que se han fundido en lo oscuro de mi habitación.
Aquellas voces ya no dan sonido alguno, ya lo cuerpos no sienten esa tibieza que un día sintieron en medio de toda esa gente.
Vivir con esta oscuridad, que delata a mis recuerdos cada minuto rozando su piel, cada segundo besando sus pechos, cada milésima cuando decía te amo.
-¡Te amo! - reiteró varia veces besándome locamente, como si fuese el último beso. El último que pondría fin a nuestro camino. Un tipo de despedida anticipada, que, sin más palabras, continuamos en nuestro mundo. Un mundo de ida y venida, de pasada y vuelta, un mundo lleno de ilusiones, un mundo absolutamente tranquilo.
-¿me amas?- Si en este momento estás lejos.
-sí, te amo…- un silencio se escuchó en aquella pieza. Entre esas cuatro paredes, las que fueron testigos de nuestro encuentro.
Poco a poco sentí el destierro de cada recuerdo que rondaba lentamente por los pasillos de mi conciencia. Poco a poco sentí que mis piernas temblaban, tiritaban como si estuviéramos a punto de caer, a segundos de pecar frente a las imágenes divinas de aquellos santos.
En un instante la vi; yacía en mi cama después de derrocar toda la angustia que cargaba en su espalda. Me acerqué a ella. Besé su boca como nunca lo había hecho; acaricié su pelo de una forma tan sutil, que sus ojos me miraban al estar cerrados.
Ella temblaba; su pecho inhalaba el poco aire que había en esa pieza. Su cuerpo se estremecía, vibraba al besarla. Besé su cuello, sus manos. Besé su ropa. Mis manos acariciaban su pelo, su cara, aquella suave y delicada cara que otros hombres no han podido palpar.
En un instante, cuando el sí de tu mirada me acogió, respiramos profundamente hasta saciarnos del placer recurrente que brotaba de la música. En ese instante vagué por tu ropa que descansaba mientras ardía ante el roce de nuestros cuerpos. Vagué por tus anhelos, vagué por tus sueños de ser madre. Caminé por tus ojos, mientras los miraba atentamente; fueron tan amigables que nos aliamos. En ese momento me senté en su pupila y les dije:
-ustedes son el encanto. Son dos lunas que miro cada día al nacer el sol-. No me respondieron nada, estaban mudos. Sudaban, hasta que un río viajó por su mejilla. Me levanté y volví a caminar. Caminé y caminé, hasta llegar a la desembocadura del agua. Llegué lentamente a sus pechos, un poco cansado por tanto recorrer, pues sus pasillos encumbraban mi canto y desterraban mi ilusión al beber de su agua clara.
Ella, en un instante quitó su camisa, su ropa. La miré, en ese momento sentí que el límite, entre niña y mujer, se perdía y caía de la cumbre más alta el placer que nos gobernaba. -¿por qué me mira así?-me pregunto con voz vibrante. Yo, atolondrado, curioso por ver más allá le respondí: -hoy llueve, ya es tarde. Tus ojos brillan al mirarme, y tu pelo rosa mi piel. Que más quiero besar tu cuerpo, recorrer tu piel como nadie lo ha hecho y abrir las puertas de tu lecho para congeniar nuestro amor-. Raudamente acaricié cada pliegue de su piel; toqué su cuerpo lentamente. Con mi boca recorrí sus valles y fronteras, y al sentir su tierra dulce y fresca me detuve.
La música suave y pasiva era el preámbulo perfecto, que, sin yo tener experiencia, incitaba dos cuerpos ardientes de amor, a consumir el deseo profano de los inocentes.
Me acerqué nuevamente a ella, e intenté descubrir, a través de sus lunas, nuestro futuro incierto que aún no ha sido escrito.-¡Calla!,¡calla pecador sin culpa!, pues ante estas cuatro paredes culminaremos lo ya escrito-. Ella puso su mano en mi cuerpo semidesnudo y quitó cada prenda que ocultaba el deseo de solamente ser un cuerpo. La abracé profundamente y sentí como nuestros anhelos fueron padres de cada sueño que teníamos en común. Luego, enredado entre las sábanas, enlazados por nuestras piernas, extenuamos nuestro amor en el placer de nuestras caricias. Expelamos la fortuna de sentirnos amados por primera vez, como hombre y mujer, como niños inocentes que hicieron el amor porque la naturaleza lo dictaba ante mano de la imagen sagrada de mi Dios. Nos quedamos enlazados por segundos, minutos, horas, mientras tanto afuera seguía lloviendo.-¿qué pasó?- díjome de pronto en un suspiro confuso. En ese momento no supe qué decir. Mi voz entre cortada pronunció: -bendita la imagen que presencio en esta noche, pues el cielo pide respuesta ante mis ojos. Ya eres mujer y la única que saciado de amor mi alma disgregada-. ¿Qué más decir? Si las palabras ya no tenían significado alguno, lo perdieron al ser escritas, ¿por quién? por nosotros, al haber murmurado en la noche de julio oscuro cuanto la quería. Permanecimos mucho rato a mudas, abrazados; el silencio ya parecía escalofriante, pues ni la música sonaba. Yo la miraba, ella no a mi. Su rostro delataba culpabilidad, miedo; como el pavor de enfrentar la vida antes de cumplir los dieciocho años; pues si tan sólo era una niña de diez y siete. Al estar unidos por mucho tiempo; ella, comenzó a vestirse sin pudor al yo estar observándola. Prenda por prenda cubrió su bello cuerpo hasta cubrirlo por completo.
Luego de tal acto, donde los protagonistas encendieron el fuego de sus pasiones se culmina la historia que quedó sellada, plasmada en un papel sin recuerdos, que encendieron ante la sangre que brotaba de nuestros pechos al no ser comprendido por la turba melancólica.
Un acto, de escenas ardientes que presencié esa noche al estar junto a Elena en el pecado que reprocha el cielo, tocado por los brazos de sus peores augurios. Profecía que maldijeron las bestias envidiosas al vernos ahí amándonos.
Después de ver aquellas sombras que amenazaban a los dos jóvenes, puros de vida, se movieron las cortinas. Las luces de aquel teatro ya estaba apagadas. Fin de la función…